Pros y Contras de la Agricultura Protegida

La producción de invernaderos, sin duda, tiene alta rentabilidad, pero los agricultores deben estar conscientes que para tener éxito deben conocer el tejemaneje de este sistema productivo, ya que un error puede costar la cosecha de todo un ciclo, con su consecuente impacto en el bolsillo.



Un invernadero puede ser totalmente rentable, pero si no se conoce su operación, las condiciones ambientales de donde se va a construir, los materiales adecuados a emplearse y, sobre todo se tiene un mercado asegurado, el productor tendrá resultados adversos.

Gilberto Gómez Pliego, presidente de la Asociación Mexicana de Constructores de Invernaderos, AC (AMCI), detalló las ventajas comparativas que existen entre los invernaderos y la agricultura a cielo abierto: “la primera y más importante, es que se pueden ‘borrar’ las inclemencias del tiempo —frío, heladas, granizo, agua, viento y demás condiciones meteorológicas—, protegiendo con ello el cultivo”.

Mientras que todos los países con invernaderos tienen nieve seis meses por estar situados en el norte del mundo, México tiene un clima, que en conjunto con esta tecnología, le permite producir los 365 del año.

Segundo —continúo Gómez Priego— se pueden manejar perfectamente las enfermedades dentro de los invernaderos.
Tercero, la calidad de los productos es mejor con respecto a la que se cultiva en campo abierto; debido a que la planta tiene un ambiente adecuado para su total desarrollo.
El representante de los constructores de invernaderos enfatizó que “lo más importante es todo lo que se produce en invernadero tiene un valor agregado en el mercado”.

Otra ventaja es que mientras en la agricultura tradicional se consume mucha agua, no sólo porque se tira sino que también se evapora, en invernadero además de ahorrarla se reutiliza.

Precisó que el ahorro del vital líquido representa “tranquilamente un 50 por ciento, comparada con la que se utiliza a cielo abierto”. Explicó que en invernadero con el agua de lluvia que se capta y almacena se alimenta la planta; posteriormente, una vez que se ha fertilizado y manejado se vuelve a reutilizar; proceso que se repite dos o tres veces.

Riesgos potenciales de un invernadero

No obstante, Gilberto Gómez reconoció que los riesgos de producir en invernadero “son mayores a los de la agricultura protegida, porque un descuido en el control del clima, puede provocar que una enfermedad destruya el invernadero en 24 horas”.

Otro riesgo —señaló— es el mercado, ya que si todos quieren producir jitomate, lo único que van a provocar es la saturación del mismo; por ello no sólo se tiene que planear qué producir, sino también diversificar el mercado, a fin de evitar el desplome en el precio.

Los productores deben de buscar un mercado diferente para producir lechugas y hortalizas más sofisticadas, e incluso orgánicos; en suma, “lo que el mercado compre, eso es lo que se debe de producir”, insistió Gilberto Gómez.

Consideró que, por ejemplo, Yucatán debería especializarse en la producción de chile habanero, porque tienen el cultivo, la experiencia y el valor agregado; lo único que tienen que hacer es producirlo y empaquetarlo para su exportación.

En otras regiones, existen invernaderos de plantas aromáticas, maíz, verdolagas, fríjol y toda una gama de productos, aunado a que cada región tiene cultivos especiales para producir bajo invernadero.

Aseveró que a pesar de que existe una tendencia fuerte a producir en invernadero, “la agricultura tradicional va a seguir existiendo, porque no se cuenta con los recursos suficientes para cambiarnos a una agricultura protegida, aunque ése sea el objetivo principal, es decir, pasar de la agricultura tradicional a la protegida”.

El costo depende del cultivo

Cuestionado sobre el costo que se requiere para instalar un invernadero, Gómez Pliego manifestó que está en relación de cuánto se quiere producir.

“Un buen agricultor de Sinaloa produce 75 toneladas de jitomate a campo abierto, mientras que un buen agricultor bajo invernadero produce 600 toneladas; con ello quiero decir, que el costo no tiene valor, si lo que queremos es producir.”

Indicó que en la agricultura protegida hay costos desde 30 hasta mil pesos el metro cuadrado, dependiendo del grado de tecnología que tenga el invernadero, o sea que el costo tiene que ver con la tecnología que se utilice.

El presidente AMCI reconoció que la importación de tecnología y de invernaderos —que antaño representó un 80 por ciento— procedente principalmente de Europa (España, Israel, Francia), así como de Estados Unidos y Canadá, ha contribuido al desarrollo de los invernaderos en México.

Capacitación y mercado

Más adelante, Gilberto Gómez aclaró que “la agricultura de campo abierto y la agricultura bajo invernaderos son dos cosas totalmente distintas, es por ello que lo primero que tiene hacer un productor que deseé incursionar en la producción en invernadero, es capacitarse”.

Una vez capacitado, tiene que escoger en qué región del país y qué tipo de invernadero se quiere tener. Una vez resuelto este asunto tiene que conocer la norma sobre invernaderos para saber qué comprar.

No obstante, advirtió que antes de instalar un invernadero, el productor tiene que aprender a manejarlo, cuáles son los riesgos y las ventajas; tener vendida la cosecha que va a producir, es decir, tiene que tener una programación de ventas; de lo contrario irá al fracaso. Tiene que conocer clima, suelo, tipo de agua, vías de comunicación.

Manifestó que existen empresas dedicadas a construir con tecnología mexicana invernaderos chicos, con una producción de 200 toneladas de jitomate, mientras que hay grandes que manejan arriba de 500 toneladas del mismo cultivo.

También las hay especializadas en la elaboración de invernaderos de pimientos morrones para exportación, así como pequeñas empresas que se dedican a hacer invernaderos con tecnologías locales o regionales.

La AMCI tiene una membresía de 34 socios constructores, surgió con el objetivo primordial de unir al gremio para crear una norma de construcción.


En México existen siete mil hectáreas de invernaderos, de las cuales 500 son de flores y el resto —seis mil 500— de hortalizas; además de cinco mil hectáreas de túneles.